La historia del Rey David

Un joven pastor de ovejas

En el antiguo Israel, en el hogar de una familia, el séptimo de los hijos de Jesé era un joven pastor de ovejas que, desde pequeño, tenía una estrecha relación con Dios, ya que lo adoraba y hacía todas sus acciones en su nombre. Esto hizo que, cuando Jehová buscaba un nuevo rey para Israel, eligiera a David. Para esto, el profeta Samuel fue a la casa de Jesé y, al llegar, pensó que los otros seis hermanos, que eran físicamente capacitados, serían los elegidos para ser Rey de Israel. Sin embargo, los planes de Dios eran distintos, pues Él ve el corazón y no la apariencia. La historia de David comienza enseñándonos que Dios siempre ve el corazón o la espiritualidad.

Ungido como rey de Israel

David fue ungido como rey por el profeta Samuel, pero aún así iba a pasar un largo trayecto antes de estar en el trono de los hebreos. David sería un gran soldado en la batalla, luchando al lado del Rey Saúl, y con la bendición de Dios ganaba todas las batallas. Esto daba grandeza a Israel, pero también generaba una gran envidia en el corazón del Rey Saúl. David sobresalía y las mujeres cantaban que David vencía a decenas de miles de hombres, mientras que Saúl solo a miles. Estas cosas encolerizaban mucho al rey Saúl y generaron envidia hacia David, hasta el punto de querer matarlo en innumerables ocasiones. Sin embargo, Dios en su infinita misericordia no permitió que este rey le hiciera daño a su ungido, pues a pesar de que Saúl lo persiguió durante mucho tiempo, nunca logró hacerle daño al futuro Rey de Israel. Esta historia también nos enseña que cuando confiamos en Dios contamos con su protección, ya que David nunca fue desamparado por Jehová el Dios de Israel, y esto hizo que siempre le fuera bien en todo lo que hacía

David, rey de Israel

Aunque David no fue rey inmediatamente desde que fue ungido por Samuel, su momento llegaría tarde o temprano. En una batalla contra los hititas, Saúl perdió y, lamentablemente, murió junto a su hijo Jonatán. Esto provocó que Israel tuviera un rey que era el segundo hijo de Saúl, pero este rey no contaría con el apoyo de casi nadie. Tarde o temprano, David iba ganando todos los apoyos de los ancianos de Israel, pues con la ayuda de Dios nada le sería imposible. Al poco tiempo, David fue proclamado rey de todas las tribus de Israel, unificando el reino. La grandeza de David iba creciendo poco a poco, pues mediante sus grandes hazañas y campañas militares, gracias a Dios, lograba conquistar tierra tras tierra, expulsando a las personas paganas de la tierra prometida que heredaría a los hijos de Israel. David conquistó Jerusalén, que en ese momento pertenecía a los jebuseos, y la convirtió en la Ciudad de David o Ciudad de Jerusalén. A medida que pasaba el tiempo, este rey ganaba más grandeza, pues con la bendición de Dios todo lo que hacía le iba bien.

El pecado del rey David

Pero no todo era color de rosa para David. A pesar de tener el favor de Dios, Jehová no toleraría pecados inaceptables para Él. David cometió adulterio, lo que provocó que tuviera una espada en su casa durante mucho tiempo. Aunque fue perdonado, el castigo por sus actos dejó su casa en completo caos. Uno de sus hijos violó a su hija, y su otro hijo terminó exiliándolo como si fuera un vulgar extranjero. David estuvo vagando por el exilio mientras su hijo Absalón era el rey de Israel. Los días para David fueron muy duros, pero aun así Dios se acordó de sus hijos y no lo dejó en el olvido, pues una vez que Dios perdona, olvida los pecados. Esto nos enseña que, aunque siempre recibiremos disciplina por nuestros pecados, el castigo de Dios no es eterno. Si nos arrepentimos de verdad, Dios nos salvará de la calamidad. David volvería a ser rey de Israel, y esta vez haría las cosas correctamente. Como resultado, terminó sus días gobernando su nación y siendo feliz en cierto sentido. David murió con un corazón completo hacia su Dios, y Jehová lo reconoció de gran manera, haciendo que de su linaje viniera Jesucristo.

Enseñanzas de la historia de David

La historia de David nos deja muchas enseñanzas. Primero, que Dios no se fija en la apariencia, sino en lo que tenemos en el corazón. Segundo, que cuando buscamos a Dios, Él nos protegerá, no importa cuán grande sea la calamidad; Él estará allí para ayudarnos. Tercero, que Dios no nos libra de los pecados que cometemos; cada quien recibirá la disciplina según sus actos. Pero aun así, tampoco nos condenará para siempre. Y por último, mientras nos mantengamos de pie delante de Dios, nada malo nos pasará. El Rey David fue el escritor de la mayoría de los salmos, y muchos de ellos, inspirados por Dios, nos enseñan que Él siempre estará con nosotros, siempre y cuando estemos con Él.